Soy Elykner. Pertenezco al selecto grupo de quienes compartimos la condición Asperger.
Los desafíos de mi desarrollo corrieron a cargo de mi madre, quien, lejos de asustarse o sufrir por lo distinto que yo era y sigo siendo, tomó el asunto con demasiada fortaleza.
Crecí sabiendo que era distinto de la mayoría de los niños, pero mi madre, conociendo más sobre teorías New Edge, de los años setenta, sobre los llamados “Niños Índigo” que la información científica de los años setenta, se sintió afortunada por orientarme en mis primeros pasos.
Lo gracioso del caso es que ella consideró (y sigue considerando) las diferencias que me separan del Sapiens promedio como signos de que soy (junto con todos los Asperger) un representante del siguiente paso evolutivo de la especie humana.
Al carecer de información, nunca me administró ninguna clase de medicamentos, aunque, en honor a la verdad, tampoco lo habría hecho de haber dispuesto de los conocimientos de hoy en día.
Mi abanico emocional es muy limitado. Puedo amar a las mujeres con toda la pasión, entrega y locura de un fanático en éxtasis. Puedo sentir el calor de la camaradería entrañable hacia los amigos.
Jamás he sentido odio, frustración, tristeza, desaliento, rencor, miedo, ira y otras emociones negativas. Todo ello es, desde mi perspectiva, un conjunto de figuras retóricas que provocan en los demás estados y reacciones que nunca he comprendido con plenitud.
Desde luego, puedo deducir las pautas del comportamiento ajeno, pero siempre en base al trabajo que realizó mi madre para mostrarme cómo actúan y reaccionan los demás.
Vivo en un permanente estado de alegría expectante. Desmiento las generalizaciones que hacen medios como Wikipedia con respecto a la condición Asperger y me complace informaros que, al menos en México, el Asperger ha dejado de denominarse como síndrome (con connotaciones de enfermedad) para clasificarse como condición, elevándolo a sus elementos la categoría de “grupo a tener en cuenta”, con sus derechos y necesidades bien delimitados.
A falta de una guía emocional interna, fui educado con valores y principios de justicia encaminados a la lógica, en cuyos parámetros puedo desenvolverme a la perfección.
Desde luego, viví episodios duros que, gracias a mi naturaleza, no me afectaron. Como muchos de nosotros, recibí (y sigo recibiendo) los ataques verbales de personas que no comprenden o no toleran lo que es ajeno a sus normas y sistemas. No importó y nunca ha importado; supongo que la visión de “destino manifiesto” inculcada por mi madre, me ayudó a enfrentarlo todo y desafiar al mundo mirando a mis oponentes de frente y a los ojos.
Los desafíos de mi desarrollo corrieron a cargo de mi madre, quien, lejos de asustarse o sufrir por lo distinto que yo era y sigo siendo, tomó el asunto con demasiada fortaleza.
Crecí sabiendo que era distinto de la mayoría de los niños, pero mi madre, conociendo más sobre teorías New Edge, de los años setenta, sobre los llamados “Niños Índigo” que la información científica de los años setenta, se sintió afortunada por orientarme en mis primeros pasos.
Lo gracioso del caso es que ella consideró (y sigue considerando) las diferencias que me separan del Sapiens promedio como signos de que soy (junto con todos los Asperger) un representante del siguiente paso evolutivo de la especie humana.
Al carecer de información, nunca me administró ninguna clase de medicamentos, aunque, en honor a la verdad, tampoco lo habría hecho de haber dispuesto de los conocimientos de hoy en día.
Mi abanico emocional es muy limitado. Puedo amar a las mujeres con toda la pasión, entrega y locura de un fanático en éxtasis. Puedo sentir el calor de la camaradería entrañable hacia los amigos.
Jamás he sentido odio, frustración, tristeza, desaliento, rencor, miedo, ira y otras emociones negativas. Todo ello es, desde mi perspectiva, un conjunto de figuras retóricas que provocan en los demás estados y reacciones que nunca he comprendido con plenitud.
Desde luego, puedo deducir las pautas del comportamiento ajeno, pero siempre en base al trabajo que realizó mi madre para mostrarme cómo actúan y reaccionan los demás.
Vivo en un permanente estado de alegría expectante. Desmiento las generalizaciones que hacen medios como Wikipedia con respecto a la condición Asperger y me complace informaros que, al menos en México, el Asperger ha dejado de denominarse como síndrome (con connotaciones de enfermedad) para clasificarse como condición, elevándolo a sus elementos la categoría de “grupo a tener en cuenta”, con sus derechos y necesidades bien delimitados.
A falta de una guía emocional interna, fui educado con valores y principios de justicia encaminados a la lógica, en cuyos parámetros puedo desenvolverme a la perfección.
Desde luego, viví episodios duros que, gracias a mi naturaleza, no me afectaron. Como muchos de nosotros, recibí (y sigo recibiendo) los ataques verbales de personas que no comprenden o no toleran lo que es ajeno a sus normas y sistemas. No importó y nunca ha importado; supongo que la visión de “destino manifiesto” inculcada por mi madre, me ayudó a enfrentarlo todo y desafiar al mundo mirando a mis oponentes de frente y a los ojos.