The Knight Rider escribió:Muchos de los aquí registrados, superan los 31 años, que és la edad maxima sin haber sido llamado al servicio militar obligatorio. Me gustaría cómo fué vuestra experiencia en el servicio militar ¿Ya estabais diagnosticados?, ¿sufristeis?, ¿os dieron mucha caña?... Me gustaria que compartierais vuestras experiencias militares como aspergers.
No me imagino cómo sería mi vida en un cuartel, superestresante, sufriendo más acoso que no sé lo qué, a lo mejor teniendo un superior que le gustaría hacerme daño. Además, la posibilidad de que te arreste por culpa de tus sintomas.
Yo no hice el servicio militar obligatorio, fui voluntario. No porque tuviera una especial vocación por las armas sino porque al ser voluntario podía escoger ejército y provincia de destino. Los forzosos no tenía esa posibilidad y podían acabar en cualquier lugar y en cualquier unidad. Vamos, que alguien de Vigo podía ser destinado a las Tropas Regulares de Ceuta y un Melillense terminar marcando el paso en Jaca con los esquíes al hombro. Ante esa perspectiva preferí irme voluntario (relativamente voluntario, porque era un "te vas o te llevan") al Ejército del Aire, y me destinaron a la base aérea de Torrejón, en el Ala 12. Eran unos pocos meses más que la mili obligatoria pero la cercanía con mi lugar de residencia y el entrar en filas (y por tanto licenciarse) unos años antes que los forzosos fueron motivos suficientes para decidirme por el alistamiento voluntario. Tardaron bastante en llamarme, me fui con 19 años (21 en el caso del servicio obligatorio).
No estaba diagnosticado, de hecho en aquellos años dudo que nadie lo estuviera. Mi diagnóstico, además, es muy reciente, ha llegado muy tarde a mi vida, como casi todo.
Dentro de lo incomprensible, desconcertante y duro que me resultó, tampoco me quejo excesivamente. Tuve un buen destino dentro de la base, de monaguillo -o sea, con el capellán-, dormía todas las noches en casa salvo que tuviese guardia, cosa que ocurría muy a menudo; veía a diario aviones de combate de los de verdad, hidros antiincendio de los de verdad y aviones de carga de los de verdad y, supongo que por instinto de supervivencia y afinidad, tenía tendencia a juntarme con compañeros con una cierta cultura -normalmente mucha más que yo- e inquietudes éticas y espirituales y a intentar pasar desapercibido, no siempre con éxito, entre los muchos sujetos patibularios que había haciendo la mili.
El acoso, realmente no era para tanto. Mucho menos que en el colegio. Dentro de que cada uno era "de su padre y de su madre", teníamos algo en común: éramos la tropa, éramos el último eslabón de la cadena, eramos la casta inferior, y había un cierto sentimiento de clase, si se puede llamara así, que estaba por encima -bueno, no siempre- de otras cosas. Supongo que si en vez de haber estado de monaguillo me hubiera tocado estar en la PA (el cuerpo de policía interno de aviación) lo hubiera pasado exponencialmente peor.
Cuando cursé la instancia para ingresar en filas, tenía una idea muy mítica, muy de película, de la aviación. Cuando llegó la hora de la verdad y me llamaron, no tardé demasiado en descubrir que no tenía que ver nada con las películas, que el microcosmos del aeródromo no dejaba de ser un reflejo a escala reducida de lo que es el mundo adulto, disparatado, indescifrable y absurdamente complicado.
Lo que peor llevé fue la omnipresencia del servicio militar en todos los momentos de mi vida, era como dejar de vivir mi vida -que tampoco era como para tirar cohetes- para vivir una vida ajena que, aunque en cierto modo la había elegido, no era una elección tan voluntaria como parecía. El sentimiento que tenía continuamente era de que el servicio militar no se iba a terminar nunca. Se me hizo eterno, y llegó a parasitar mis pensamientos y mi vida de tal forma que, cuando salía de la base, no era prácticamente capaz de hablar de otra cosa que no fuese la maldita mili. Debía aburrir hasta a las ovejas con mi monotema.
Aprendí a pasar lo más desapercibido posible y a utilizar mis escasos talentos como arma y estrategia de supervivencia. Antepuse la lógica y la astucia -que no picardía, no hay que confundirlas- al ego y la arrogancia, que normalmente facilitaban bastante el camino al calabozo. Cuando tenía que hablar con algún superior adoptaba aires marciales, una gestualidad muy enérgica e intentaba sacar partido a mi hiperlexia, con un lenguaje lleno de resonancias patrióticas, espíritu castrense y corrección formal que impresionaban hasta al más laureado de los oficiales; en más de una ocasión me libré de algún arresto por mi mi actitud de militar "de manual" y esos aires como de veterano de la guerra de Crimea.
Ahora que lo pienso, no puedo compartir gran cosa de mis experiencias militares como asperger sencillamente porque no sabía que fuese asperger, lo que hoy se que es el TEA, por aquellos días era mi normalidad, no era consciente para nada, no lo he sido hasta hace muy poco. Es cierto que me sentía diferente al resto, pero lo achacaba a mi falta de interés, o mi pereza, o... mil cosas, pero siempre culpa mía. Pensaba que mi percepción del mundo y mis aptitudes eran exactamente igual a las de todo el mundo y que si fallaba en tantas cosas, me costaban tanto o eran incomprensibles era culpa mía ya que daba por hecho -realmente creo que lo tenía tan asumido que ni me lo planteaba- que para todo el mundo era lo mismo, pero que de alguna manera, los demás tenían más calidad humana, más coraje, más voluntad, más bondad, más de todo que yo, que era así de ruin y mezquino. Y en la mili, pues nada diferente. Seguía con ese sentimiento de culpa universal y, para guinda del pastel, al estar más cerca que nunca en mi vida de verdadera carne de presidio, del lumpen real, también me sentía como un ser moralmente superior rodeado -no siempre- de entidades abyectas y potencialmente peligrosas hasta límites muy inquietantes. Un asquito, vamos.
Como con todo, pasado un tiempo, uno se llega a acomodar -que no acostumbrar- en la medida de lo posible. Y lo peor no fue en si la mili, que ya fue bastante, sino lo que vino después. El año y medio que estuve fuera de la vida civil (aunque por las tardes y noches estaba fuera de la base no era capaz de estudiar o buscar un empleo para no desconectarme de la sociedad civil) fue una interrupción en mi actividad que tardé años en superar. Años de paro e infraempleos, de una sensación de estar perdiendo el tiempo corregida y aumentada a la habitual de mi vida, un desastre en condiciones. Y todo ello sin tener ni idea de autismos ni de nada semejante.
Si ahora se volviera a implantar el servicio obligatorio en España puedes estar tranquilo porque, si tienes la discapacidad reconocida, no te iban a llamar. Además, nadie va a volver a imponer la mili obligatoria. Es un gasto que hoy día el estado no se puede permitir, además los tiempos han cambiado mucho, las actitudes de la gente joven también, y la forma de relacionarse, ni te cuento.
En mis años de mili no había Internet, ni telefonía móvil, ni mp3, ni ordenadores, ni nada de nada. El colmo de la modernidad era la televisión en color (y con dos canales para elegir), la radio de bolsillo con auricular y las cabinas de teléfono. Era otro mundo, otra vida. Por no haber, ni había asperger.
Una última: a los jóvenes que se iban voluntarios al servicio militar, también se les llamaba a filas "por su quinta" (es decir, para hacer el servicio obligatorio) ya que los archivos no estaban informatizados y en las cajas de reclutas del Ministerio de Defensa no tenían constancia de los alistamientos voluntarios. Cuando el mozo que se había ido voluntario recibía la carta de llamamiento, iba a la caja de reclutas correspondiente, acreditaba su condición de soldado voluntario y pasaba a constar como tal en el ministerio. Todos mis compañeros de la mili recibieron durante su servicio militar la carta de llamamiento obligatorio. Todos menos yo. Eso quiere decir que yo fui excedente de cupo (cuando se cubrían todas las plazas de soldados necesarias para ese año, ya no llamaban a más mozos a filas, que quedaban como excedentes de cupo y por tanto se libraban para siempre de hacer la mil). En otras palabras, que si no me hubiera ido voluntario, no hubiera hecho la mili. Claro, eso era imposible saberlo de antemano.
Me lo tomé bastante deportivamente y hasta bromeaba con mi "buena" suerte ¿Qué iba a hacer si no?
Última edición por glus el Lun Mayo 11, 2015 1:40 am, editado 1 vez (Razón : sintaxis)